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EL VINO Y LA DANZA, por Natalia Medina

La botella parece que se va vaciando. Al calor del vino y del afecto, Pancho, mi amigo Pancho clava sus ojos en mí: ¿Cómo estás? Te veo bien, como siempre, pero algo ronda tu cabeza. ¿Vas bien con tu trabajo?

Revista de Cultura del Cabildo Insular de Tenerife. Marzo-abril 2009.

¿Salen los proyectos?…Cómo me conoce Pancho…Son ya más de veinte los años en que compartimos esporádicamente, antes café con leche y pastas, ahora cenas con vino tinto; años en los que hemos ido viendo pasar nuestras ilusiones, los proyectos, los anhelos…Pancho me mira con sus ojos negros y me dice: “Recuerda el ala de tus brazos, como en el poema, el ala aleve del leve abanico”… No sé, Pancho, si recuerdo esa imagen; ese movimiento etéreo, suave, ingrávido, que captó nuestro amigo hace ya tanto. En ese aleteo me muevo y a veces pienso, ¿Para qué?. Para qué tantas cosas… ¿Qué es ser bailarín en una sociedad como la nuestra, Pancho? ¿Qué representa en esta sociedad tan mercantilista, tan del beneficio, tan inmediata, la vida y vocación de bailar? Pancho toma la copa, me mira sin beber; le da vueltas observándola, sus reflejos, las lágrimas que se deslizan untuosas por ella. Pienso, me dice, que hay que tener mucho valor, voluntad, deseo, para enfrentarse a esta profesión. Un pequeño sorbo parece que le anima a seguir. En efecto, un gran número de personas quieren un trabajo fijo, la seguridad del sueldo a fin de mes, el gran objetivo: ser funcionario, cumplir un horario, no estar pendiente de nada más que de realizar tu tarea. En el baile no. No sabes cuándo te llegará el trabajo, y si llega no sabes cuánto durará. Dependes de la aprobación de los demás, de que estos intenten entender lo que les presentas; de un apoyo no garantizado por parte de los diferentes organismos oficiales con la inseguridad económica que ello supone. A veces es como estas lágrimas que se deslizan por la copa, parecen llenas de líquido, de fuerza, y sin embargo no llegan al final, no llegan al público, no cuentan con el apoyo necesario, mueren a veces antes de llegar…se convierten simplemente en una huella más en el cristal de la vida, pero sin beneficio alguno. Hoy no me está ayudando mucho; creo que ambos estamos sumidos en un leve desconcierto, ¿Será un bajón moral? Pancho, si eso es así, si la sociedad camina solo en base a esos valores …¿Qué significa en el mundo en que vivimos ser bailarín? Me mira con una chispa en los ojos. Es de picardía, se deleita en la respuesta, aunque ya en parte la conozco, pues ya la hemos mojado en algún café. Para los padres…fuente de preocupación. Lo primero que te dicen es: eso no es un trabajo o te vas a morir de hambre. Las instituciones que se supone que tienen que apoyar este arte no lo hacen. Es una profesión no protegida, algo etérea. A veces me pregunto:  ¿Está el mundo preparado para percibir  este arte?…Creo que el problema está en que no educamos, pero no sólo no educamos para entender, sentir, disfrutar de la danza, sino para todo lo que está relacionado con las emociones y con los sentidos. Hemos perdido el sentido hedonista de lo que hacemos. No queremos, o no sabemos, o creemos que no podemos permitirnos disfrutar de un buen libro, de un buen concierto, de una película de las de pensar, de un simple amanecer. Estamos desnutriendo el alma. De verdad, gran parte de la sociedad va por ahí. Por eso creo que la danza tiene el poder de alimentarla, llenar al alma de valores, más allá del que aporta el dinero a los bolsillos. Sí, me dice, parece que se entusiasma, pues habla con fuerza y pasión, la danza es un canal de sentimientos: Alegría, tristeza, comunicación, escape, tolerancia, fuga…Emociones estas que son tan necesarias en los tiempos en que vivimos. ¿No lo has vivido tú así? ¿No te has sentido en innumerables ocasiones liberada cuando al son de la música has sido capaz de extraerle al cuerpo toda su expresividad? ¿No has notado el fervor del aplauso de aquellos que se han entusiasmado con tu propuesta? ¿No has visto, pese a las adversidades, pese a ese permanente examen en el que te mueves, que cada año tus propuestas son reconocidas? ¿A quién debes tu fidelidad…? Por supuesto a quien goza de lo que le ofreces; por supuesto al público que aprovecha y se deleita con tu trabajo; por encima de todo a ti misma que te realizas, año tras año, pese a todos esos impedimentos a los que nos hemos referido. ¡Ah, querida amiga!, hemos aprendido con los años a saborear el vino; hemos visto las calidades, los aromas, los sabores que nos ofrecen…toma la copa. ¡Brindemos! Por la danza, por el arte, por el alma…

Tienes razón. Horas de escenario, soledades con música, distancia de los amigos por las giras, por las obligaciones, la lucha constante por un mísero apoyo económico, cháchara vacua, cultura de media tinta…pero…¡Bien de placeres! Cuánta dicha al volver la vista y contemplar los años que han pasado, que he pasado sobre y tras el escenario, que me han hecho fuerte, que me han dado el coraje para pensar que este mundo merece la pena y que yo por lo menos, no voy a terminar como una vieja amargada. Salud, Pancho.

Natalia Medina es bailarina y Directora del Festival Masdanza

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